La Mirada Incesante. Blog del Poeta Mario Albán Camacho.
El Escritor ha de ser testigo y detective de su tiempo
miércoles, 13 de enero de 2016
jueves, 16 de octubre de 2014
DEL LIBRO "CREDO DEL AMANTE"
I Ching
H |
OY le he preguntado
al dios
por nuestro amor.
Porque no queremos
dejar de acariciarnos
con la belleza del sol de amanecer.
Porque nos da miedo
que algún día nos encontremos
con la sequedad
de la llanta y el asfalto.
Porque tememos mucho
llegar a ser dos momias
que se acuesten impasibles
en el no más del desamor.
Hoy le he preguntado
al dios
por nuestro amor.
Y –espero que no sea
un duende del deseo,
un extendido fantasma de mi sueño–
el dios habló
de seguimiento, sucesión,
de que abandonemos el recinto del terror
y continuemos
el movimiento alegre de los dos.
Pues cuando se ha encontrado
conexión debida,
por fe y sentencia de lo alto,
no debemos dejarnos extraviar
por demonios de duda y del momento.
Pájaro
E |
L amor es un pájaro.
Un día, no cualquiera
(uno en que la luz amanece hecha sonata),
llega y decide crear su nido
adonde se amarán
tu carne y las estrellas.
Empiezas entonces a creer
que eres el convidado de los dioses.
Pero no olvides: el amor es un pájaro.
Tocará su flauta en tu vida
de modo que hasta te desentiendas de las guerras.
Mas es un pájaro,
y por muy bello que sea
el nido que levanta
y la invocación de cielo
que entre sus paredes
te hace astro,
un día,
no cualquiera
(el más triste, cuando la luz
sea secuestrada por la niebla
y las canciones no despierten tu inocencia),
retornará al sitio
adonde antes de él
fuiste un solitario más entre los todos.
El amor es un pájaro.
No se puede detener
el vuelo más frágil, libre y hermoso de la vida.
Fe
E |
N el amor solo la fe es camino.
No sé si tú me quieres,
no sabes si te quiero.
Pero seguimos.
Creyendo yo en tus labios,
creyendo tú en mis besos.
Y este credo, perla de luz
es en nuestras vidas,
amor confiado
en la ingrávida cima de sí mismo.
Mano a Mano
E |
L amor camina
mano a mano con la muerte.
Ella pugna por destruirlo
mientras él –amor con su fiereza–
pretende iluminar
la ubicua noche del final.
(La muerte sigue
con su tiniebla dictadora
y el amor continúa caminando
con sus inapagables pasiones de utopía).
El amor camina con la muerte
porque él y ella son
dos ríos muy caudalosos
que cuando pasan
al trueno de sus aguas,
los asombrados humanos
solo somos cañuelas
sacudidas por entre sus bultos y riberas.
Babel
B |
ABEL eres, alma mía.
¿Hacerles caso a tus lenguas repartidas?
¿Seguir el rumbo marcado por tus verbos?
¿Cuál camino entre tu mare mágnum es el cierto?
Una luz alta, alma mía, hoy me señalas.
¿Es ella cima mayor que otras a las que ayer me condujiste?
¿O es que con todas construyes tu camino?
¿Eres entonces engendro de los mitos,
que creces más cuanto más te damos sangre?
¿A qué voz tuya darle oído, alma mía?
¿Es esta canción de hoy
tu canto pleno y definitivo como un sol?
¿O repites en la farsa de mi sueño
al viejo Ulises desesperado vacuamente
ante insufrible llamado de sirenas?
No me embromes, agujero negro, alma mía:
Alguien que espera gran encuentro,
no merece castigo,
aunque este amor no fuese cierto
en ninguna ínsula del cosmos.
Escúchame. Al menos una vez, Babel de amores, alma mía.
Credo Del Amante
M |
E moriría sin tu amor.
Yo soy como la tierra:
Sin lluvia se agrieta
hacia la muerte.
Necesito tu amor.
Sin su latido soy lámina metálica
bajo el herrumbre de todos los olvidos.
Sálvame con tu amor:
Haz con mi alma
lo que la lluvia con todos los follajes.
Fuente
Y |
O no te busqué. No te busqué
con los artilugios de la mente
ni con los apetitos de la idea.
No esperaba encontrarte
en las avenidas grises de lo diario
ni te solicité
entre las agujas-verdugo del reloj.
Mi bulto circulaba como todos:
Pasando y sonriendo, exitoso fingidor,
a veces en medio del lobo de la noche
contristado por la nostalgia eterna
que nunca han sepultado
ni vestuarios, ni naves, ni empresarios.
Yo no te busqué. No te busqué.
O si de mí alguna fuente te llamó,
no la escuchaba el babieca gobierno de mi juicio.
Yo –si te busqué, si algo de mí husmeó
como un perro emocionado tu distancia,
si de mí un agua original tembló esplendente
bajo tu remotísimo firmamento
que ya hacia mí tendía vaporosamente sus galaxias–,
si ser en mí te llamó
entre innominados latidos de la vida,
fue sombra mía que, aun conociendo resplandores,
palpita debajo de mis ojos
a veces como saurio de mares diluvianos,
a veces como ángel propagador de partos.
Así que, pues, yo te busqué,
mi tiniebla luminosa te sentía,
te conoció en alguna de las estaciones de la carne,
en algún laberinto de los mitos,
en alguno de los bosques primigenios.
Yo te busqué. Tú, la de hoy,
corteza superior de la de ayer,
actual figuración de tu dédalo en el tiempo,
tú –como yo ciega hacia el origen–,
tú te dejaste hallar,
apareciste como boquita de flores que me amaban,
felina que tumbó mi casa del presente,
sonrisa para siempre inolvidable.
Y henos aquí.
Vida, cielo, dios, principio, perpetuo libro de los grandes amores
(cualquier razón o fuerza que urdiese nuestro encuentro), henos aquí:
Una sola médula palpitante en el presente,
un trepidante amor que para serlo
destruye sus raíces del entorno.
Yo te busqué. Peregrino fui hacia la capital
de tu amor que me esperaba.
Ambos rastreamos
–sin saberlo, porque el amor nunca sabe cuánto sabe–,
ambos tanteamos el olor de nuestras almas en el tiempo.
Y henos aquí:
Recobrando en nuestras humedades,
en nuestros besos y distancias cotidianos,
en nuestros gestos y presagios,
en el ensueño y el cimiento que nos mueve,
en el miedo que destruimos bajo el paso:
Henos aquí descubriendo,
como niños juguetones y asombrados
y pensantes derrotados en su idea,
henos aquí descubriendo
la gran catedral de amor que edificamos.
Metalenguaje
T |
E amo. Ya no hay más verbo,
ni pronombre, ni sustancia
que amor latiente en sí mismo
y que nos ama.
Podría decirte danza en hermosísimo cuerpo
que me llama;
amazona que ignorante de tu mito
has cautivado el país floral de mis instintos;
musgo, vello en tu cuerpo: prado fresquísimo
bajo girantes astros y cascadas;
aroma de tu boca como hierba
recién abierta entre la aurora;
potencia de tus músculos
como diosa armada hacia el placer;
firmamento vertical de tu entrepierna:
Invocadora gruta hacia los mundos
adonde ya no soy yo ni eres tú
sino libertad del instante sin la muerte:
Solo ser intemporal allende el ego:
Elevación plena en los amantes.
Podría decirte todo. Mas no alcanzo.
No hay lenguaje para el todo del amor
en que esplendemos.
Te amo, digo entonces:
Antiquísimo decir de los amantes.
Te amo: concurrido camino entre los siglos.
Te amo. Hay más allá
que no contienen estas voces
sacralizadas en los milenios de los besos.
Pero te amo. Lo publico
bajo todos los soles y las urbes.
Te amo. El universo que no cabe
en este verbo
ya lo has sentido
en mi cuerpo que ha dejado de ser mío
para vibrar en tu música carnal
donde adivino mi otro yo
suficiente para serme.
Te amo.
Solicitud
C |
READOR, sé que soy ínfimo:
Gota de sangre diluida en infinito.
¿Qué soy frente a la sinfonía de los mares?
¿Qué bajo los brumosos latidos de las galaxias y el tiempo?
Pero tu oculto designio derramó mi presencia
en el inasible sentido de tu cosmos.
Escúchame entonces, Creador del silencio,
de la rapsodia del astro,
de la melodía del pájaro,
escúchame: permite que ella y yo sigamos,
sigamos amor de cuerpo y sueño,
aunque la luz terrestre esté manchada
por ganancias y cuentas
que no ganan ni cuentan besos ni caricias
sino solo pierden, a todos nos pierden,
en el poder de pocos
y el desvivir de muchos.
Escúchame, atiéndenos Creador,
pues si reúnes a dos
que en la comarca de amor sueñan
con romper la soledad
y conquistar esplendor
como el que late en tu infinita sonata,
es para que tu Creación sea digna
de tu artístico sentido y tu invención.
No creo que sea la negación el camino
de tus seres y tus mundos.
Creador, permite entonces
que en esta Tierra
mancillada de consumo
ella y yo seamos bellos,
como tu sol que inicia amaneceres.
Drama
E |
L amor escoge sus actores.
No acepta figuras escogidas
a sombra de político
ni a dedo truculento.
Tampoco acepta guiones
establecidos de antemano
ni le importan
la conveniencia de una dama
ni la distinguida prioridad
de un caballero.
¿Hay concordancia
entre tu vertiginoso lanzarte hacia la vida
como potra arrebatada y tempestuosa,
y mi edad más reposada,
quizá no menos loca?
Me gusta la auténtica erupción de tu buscar,
tu abrirte al mundo como volcán olvidado de la ley.
Eres ingenua, fierecilla que no repara
en que esta jungla tiene peligroso tufo a cazador.
Yo, he pasado con la frente en alto
y espíritu garboso
por este aullido adonde el humano
pierde su sentido
y el alma se le esconde
como niña orinada y temblorosa.
He perdido en el poder de la materia
pero no he perdido
el firmamento de la idea
ni la atávica esencia de mi espíritu.
Pasas, mi gatita eléctrica y audaz,
por la edad de las búsquedas del cuerpo.
Yo atravieso
por la edad de las búsquedas del alma.
Por eso Amor, que escoge sus actores,
decidió embarrarnos con su olor
y con la mirada deslumbrante de su astro,
para que en este mundo
adonde tiembla el ánimo y se ofusca,
credo el latido sea en nuestros besos.
Aunque la puesta en escena sea chiflada
y solo a nosotros nos sirva su argumento.
Amantes
D |
ECIR amantes en mi patria
es condenar a cochinos traidores de otro amor.
Gentecillas que se revuelcan en la sombra
olvidadas del cura y su opreso desposorio hasta la muerte.
Pero no creo –no creemos–
que el amor sea compromiso
de asfixiarse con otro hasta el infierno.
Los amantes de este amor
que aquí les cuento
son pájaros que se conocieron
y volaron
sin atender a lo que dice el código de amor.
Los amantes de estos versos
son amantes
porque se aman y se buscan y se encuentran
haciendo caso solo a sus ensueños
y a sus gemidos que calientan
entre el frío del impúdico mundo que los niega.
Por eso, si estos amantes continúan,
continuarán solo y solo porque quieren,
porque se aman por dentro y en las calles.
No para que los canonicen cuando mueran.
A Lo Mejor
N |
OS hemos envuelto en el amor
como en la más cálida sábana del mundo.
En ella no existe el plan, la hora,
ni nos esperan la familia
ni su dulce apoyo y su censura;
tampoco el trabajo
ni su farsa productiva y mal pagada.
Nos envolvemos en el amor
como en madre
aceptante de nuestros defectos y carencias.
Sabemos que el amor –nuestro amor– es loco,
una montaña rusa sin su freno.
Nos miran los otros, los otros conocidos,
que son huella de todos y su plan de no vivir,
aunque planean mañanas y alegrías.
Nos miran los otros.
Quizá esperan que nuestro amor
se convierta en pájaro chocado
contra el vidrio mentiroso del espacio.
O tal vez buscan que nuestro amor florezca
como un lirio adonde beban
todas las criaturas hermosas de los cielos.
Nunca hay que ser tan mal pensado:
Acaso los otros nos miren
para ver si también pueden apostar
por un amor que los preñe de universo.
El Amor
T |
Ú has estado: has vivido.
Has pasado
entre las luces de la noche
y por las sombras de los días.
Todos –los hombres por lo tanto–
han mirado tu cuerpo con algo de amazona
y de muchacha agreste y tímida.
También han visto
tu rostro de pájaro hermosísimo
con un dejo de cabra mitológica.
Te han deseado. Pero no el amor.
Amar es ver esa tú que todos miran.
Y además la que no miran.
Esa que estuvo reservada
no únicamente
para que la copa de tu boca
fuese escanciada por el deleite de mis labios,
sino para que tu hogar interior
fuese encendido
por el alma mía que te esperaba.
Sabemos ya qué es el amor:
Es mirar de ti
lo que todos los otros siempre ven.
Pero además esa honda tú
que yo, pues te amo, puedo ver.
Nosotros
U |
NO quiere ser uno
con uno mismo
y entre la duda
como fiera que lo acosa
y la certeza
como viento transitorio.
Uno quiere ser uno.
Porque sabe
que aunque nace de un cuerpo,
llega solo.
Y solitario ha de irse,
aunque besos de amor
quieran dejarlo en esta orilla
del resplandor tan poco comprendido.
Uno quiere ser uno.
Porque entiende
que no hay poder externo
ni caricia
que salve al continente de su alma
de su propio destino y su sentido.
Uno quiere ser uno.
Como quiere la nube a su altura,
el río a su agua pasajera,
la planta a la flor que la eterniza.
Uno quiere ser uno.
Porque no hay modo de ser
sino solamente siendo uno.
Uno quiere ser uno.
Pero al serlo,
alguna noche o sonrisa o atractivo
algún otro se le cuela por los ojos
y, como si fuera uno mismo,
abre de par en par sus sentimientos
y este uno que es uno y busca serlo
deja de ser uno y ya es otro
en su carne, sus sueños y su trato.
Y uno, que tanto ha querido ser solo uno mismo,
entiende que hay que ser siempre sí mismo.
Pero ya el otro le arrasa los cimientos
y es él con uno quien ya ocupa
la difícil conquista de sí mismo.