viernes, 21 de febrero de 2014

4 POEMAS DEL LIBRO "TRAVESÍA"

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No podemos envejecer esperando las condiciones idóneas.  Tenemos que vivir y explorar la luz de cada instante.  Como el pájaro vuela en cualquier cielo y canta sobre cualquier sitio.

 

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Uno no solo debe acercarse estéticamente al hombre: dejaría por fuera a los desdentados, caras de rata, cuerpos de mono y arrastra pies.  Uno, sobre todo, debe acercarse al hombre como hombre: en esta animalidad compartida cualquier fealdad es pequeña y prevalece la sangre que en nuestra especie es capaz de crear justicia.

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Todas las mañanas, silenciosa, triste, contenida,  vende comestibles a los madrugadores del pueblo.  Pálida, ojerosa, prematuramente mustia, pero con una hermosa cabellera, prolijamente cuidada, intenta diluirse entre la diversa mercadería. Pero es atenta y detrás de su sonrisa temerosa palpita una sedienta ternura.  Vende víveres a chabacanos, adormilados, sufrientes, alegres, fugaces, tensos, enajenados.  Y ninguno percibe la cascada de su cabello ni la flor de su sonrisa.  Vende, vende, vende –sus hermanos, los dueños, entretanto duermen. Vende, vende, vende, y nadie ve que es una mujer, un jardín dispuesto al beso.  Como un fantasma deambula por los estrechos pasadizos, cubiertos solo de productos, de innúmeras marcas frías.  Cuándo llegará el amor que, atrevido, la haga deliciosamente humana...

 

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Por esta calle he pasado muchas veces, pero no esta vez; he vivido muchas noches, pero no esta noche; me han deslumbrado muchos plenilunios, pero nunca este; innúmeros grillos he escuchado, pero nunca estos; he sentido la serenidad posada en el follaje, pero no la que como un firmamento de silencio se extiende por la tierra, los árboles y el aire en la pacífica umbría de esta noche; de la lejanía, rasgando sombras, me han llegado en otras horas rompientes aullidos de perros y rítmicos cantos de gallos, pero nunca los entremezclados ladridos y cantos que surcan el suceder inmóvil de esta noche; he percibido en otras noches de verano vaga cercanía de lluvia, pero no la sutil presencia de invierno que palpita en el rocío de esta noche; he mirado en innombrables instantes las estrellas, pero nunca las he mirado este instante: todo incesantemente muere, incesantemente nace; mi cuerpo de este momento no es el mismo que hace poco veía la leve luz del cielo; la vida que sucede es –a un tiempo– brote, tiniebla, agua y yermo: existir es, por lo tanto, ser capaz de aprehender en la petrificada calle conocida, el novedoso, fértil e impredecible retoño del latido: huella latiente, verde –nunca callo–, de la vida que fue y, por no seguir anuarios, continúa inmarcesible, creadoramente siendo.

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sábado, 15 de febrero de 2014

4 POEMAS DEL LIBRO "EL PÁJARO TESTIGO", QUE TAMBIÉN ESTÁ SIENDO TRADUCIDO AL INGLÉS.

¿A DÓNDE?

 

Yo vengo de tiempos

adonde los niños podíamos jugar con papalotes

(cielos abiertos a los sueños, los pájaros, los vientos).

Por el latido de un cordel subíamos hasta el cielo,

conversábamos con nubes y azules

y el follaje nos aplaudía desde los árboles.

A veces golondrinas o yigüirros

cortejaban con sus juegos nuestro vuelo,

y la brisa, limpio mar de transparencia,

cundía de músicas la nave de polícromo papel donde soñábamos.

Éramos magos: resplandecientes duendecillos de campiñas.

 

Niños de hoy -prisioneros de calles y T.V.-,

a dónde irán ustedes

con cielos cautivos de azoteas,

pájaros que se degüellan en los cables

y vientos radiactivos sin follajes.

 

A dónde iremos todos sin la vida.

 

 

CUENTO A MUCHA DISTANCIA DE LAS HADAS

 

Hijos,

¿cómo decirles,

cómo contarles cómo eran las cigarras

-chicharras las llamaban en mi pueblo-?

A ver... ¿Con qué mostrarlas,

con cuál palabra,

cómo inventarlas hoy, que poco queda?

Eran verdes, sueños, amarillas,

eran el latido del follaje.

Sus alas eran como el agua,

cristalinos óvalos sustentados sobre encaje.

Posadas en un árbol eran hojas,

mínimos satélites de estío: he aquí

su altísima esencia de cigarras:

Eran pequeñas navecillas del verano,

comitiva de la luz derramándose, solar,

por frondas, montañas, espesuras.

Y cantaban, además cantaban;

en las verdes copas vegetales

su concierto era mejor que los chillidos

que hoy enriquecen a los divos del rock entre miserias.

Cantaban.  De crepúsculo a crepúsculo

su canto era la voz llameante,

la palabra vital de los veranos.

Y llovían.  Desde el cielo como un mar de fulgor y mediodías,

las cigarras llovían, eran llovizna

humedeciendo los sueños de niños y de plantas.

Ah, las cigarras,

tan capaces de habitar fulgor y aire,

tan dueñas de los árboles y el día,

las cigarras provenían de la tierra,

años enteros dormían en su germen,

junto al latido de la sombra y las raíces,

en la nutricia fuente de la vida,

sí, las cigarras brotaban de la tierra.

Yo, que fui niño como ustedes,

que fui animal libre como ustedes,

yo, hijos míos,

yo vi germinar a las cigarras,

flores desnudas hacia el sol,

desde diminutos huecos tan redondos

como las formas de la luna y las estrellas.

Yo, de la tierra vi emerger

a los músicos insectos del verano

y, en mis manos, por primigenia vez

al cielo se elevaron.

Mas hoy, como aquel piel roja,

que en su inocente unidad con las praderas,

no pudo comprender

por qué un tren valía más que infinitas manadas de bisontes,

yo, hijos míos,

no puedo tampoco hoy comprender

que las cigarras ya no escolten los veranos,

porque los mercaderes que envenenan el herbaje

exterminan también el terrestre vientre de los cantos.

 

 

TÚNELES

 

Todo: agua, aire, árbol, flor;

libres, deslumbrantes bellezas de los pájaros;

inabarcables latidos de los bosques;

azules, vivas, amplísimas recámaras del mar:

Todo, lo nombrado y lo no dicho, todo

está por perecer.  No lo quiere

la fundadora luz del sol,

ni las fértiles habitaciones de la tierra,

no lo quiere el ciervo copulando con su hembra,

ni lo quiere el anónimo polvo del desierto,

no lo quieren la hierba ni los astros:

No lo quiere la vida.  No lo quiere.  Lo busca

el hombre, sumergido en la impudicia del mercado;

el hombre, nunca dueño de sus íntimos fulgores,

más infeliz aun que una gaviota,

todavía más oscuro que la noche.  El hombre,

ese angustiado y gran desconocido,

se ha creído sin embargo dueño y sabio

de los valles, los ríos y las montañas,

del follaje, la luz y los océanos.

Y donde hubo bosques con sus nidos

ha edificado rascacielos y negocios.

Y donde hubo ríos y floración

manufactura venenos y desechos.

Y donde hubo cielos y albores

ha puesto torres, aviones, humaredas.

Sí, el hombre,

que no es dueño aun ni de su edad,

que no puede siquiera decidir

sobre la caprichosa disposición de sus arrugas,

sí, animal de tan confusas vocaciones, el hombre

ha decidido ser el amo y el juez de la existencia.

Y la vida, que incesante apunta hacia la luz,

él, laberíntico, la arroja hacia sus túneles.

 

 

LA LLUVIA

 

Lluvia, yo, cuando niño,

amaba mucho tus canciones,

tus tambores sonar entre las nubes,

tus trompetas vociferando sobre ríos,

tus flautas cadenciosas entre los arpegios de los pinos,

tus armonías danzando con los gorgoritos de las aves:

Todo el espacio y la luz y la espesura

y los charcos, las flores y las piedras

y el cielo, las cimas y las eras: todo latía,

rezumaba, la prolífica melodía de tus gotas.

Y yo niño, fecundo como tú,

amaba mucho  —lluvia—  el amor

que desplegabas por los campos.

Entonces, mi padre, casi roble, cedro, sauce,

sembrador de vida y de maíz,

inundado llegaba  —lluvia—  de tus aguas,

y era como si por la puerta penetrase

una mano de tu aguacero generoso.

Yo niño, casi un glóbulo

de tu líquida abundancia  —lluvia—,

amaba mucho la vida que fundabas.

Por eso hoy, cuando escucho

tus caballos en estampida por el cielo

y te miro correr por las aceras

y las paredes de macilentos edificios,

sucia, negra, confundidas tus nubes con smog,

tus innúmeros globos cuajados de ponzoña

—una herrumbrosa metáfora de vida—,

entonces lluvia, indoblegable lluvia,

admiro más tu indomable música creadora,

pues quemante y venenosa

como los industriales humanos te hemos hecho,

sigues cayendo, cayendo y empapando:

Estás en guerra

contra el desierto planetario que construimos.

Ah, hermana, madre y abuela de la vida,

antigua lluvia, elemento primordial,

¿seremos los hombres capaces algún día

de ser fecundo espejo de tu música...?

 

 

 

 

 

lunes, 10 de febrero de 2014

Mario Zaldívar nos da su apreciación sobre el libro "Resplandores"


ESTIMADO TOCAYO: me complace hacerte llegar algunos comentarios sobre tu libro Resplandores.

-Me parece que sos el poeta local que está más cerca de dar el salto hacia la alta poesía, a la poesía internacional de primer nivel. Sos un poeta maduro que me anuncia el rompimiento de los esquemas resobados de los galimatías, las imágenes repetitivas y las metáforas disparadas de norte a sur. Espero que en tus próximos libros aparezca ese poeta costarricense que tanto añoramos.

Tu manejo del erotismo, la unidad de los capítulos, los experimentos del lenguaje con neologismos acertados y el buen oficio en el poema corto, me parecen las fortalezas del libro. Las debilidades las encuentro en la presencia recurrente de la terminología nerudiana, hay que pulir eso, como a nosotros los novelistas nos invadía la prosa garcimarquiana. Son exorcismos necesarios. A veces hay lucimiento con exceso de adjetivos. Hay que escribir con un hacha, decía Rulfo. Tengo especial devoción por la frase directa, concisa, dura y deslumbrante a la vez. Ese es el mayor secreto de la escritura y para llegar allá hay que leer, escribir y corregir mucho.

Pag. 47, últimos versos. Me hubiese gustado: "Tu sexo también estuvo en la invención de la rosa".

Felicitaciones, Mario. Excelente libro.

MARIO ZALDÍVAR


sábado, 8 de febrero de 2014

4 POEMAS DEL LIBRO "CÓDIGO DE MODALES"

¿Quién Soy?

 

Yo soy otro.

No este traje cotidiano.

Yo soy otro.

No este atrapado entre Uds.,

este que sigue relojes,

acata los memorandos,

se muere entre las paredes.

Yo soy otro.

Creo en la universalidad del hombre.

Admiro el amor de los perros:

Con sus polvos callejeros se cogen a santurrones.

Defeco en cualquier cepo

aunque lo llamen iglesia.

Acato el valor del hombre

que vive más allá del precio.

Siento que a la esencia humana

se llega solo por la dignidad del cuerpo

y que Dios es

una piedra,

una rosa,

una estrella

y el cenagoso uno mismo.

Yo soy otro.

No este que a diario utilizan:

Este es el rostro de Uds.,

el farsante que me imponen

para poder subsistir.

 

 

 

Uds.

 

Uds. no son ustedes.

Ustedes hoy son Uds.

Dejaron que los hicieran

Uds. de memorandos,

Uds. de mensajitos

comprimidos sin sentido,

o sin más sentido

que palabras exteriores

sin semillas fulgurantes

del alma con que vinieron

desde remotas creaciones

que iluminaron el mundo.

Ustedes hoy son Uds.,

abreviatura precisa

del muy preciso mundillo

donde todo va de prisa.

Menos el significado

del humano que ha perdido

el alto Verbo de origen

con que se inventó la vida.

Uds., simples Uds.,

almas en zip,

sin lenguaje, como no sea

el de la prensa, el del poder y el dinero

con que se amordaza la historia

haciéndola chascarrillo,

no crónica verdadera

de lo humano y su sentido.

Uds., Uds., simplemente Uds.

 

 

Supermercado

 

Le vendo

un paisaje,

el alba

y el inicio de los ríos.

Le compro

sus pies,

su sexo

y el orbe de su mirada.

¿Que estoy loco?

¿Quién lo dice?

¿No es este un mercadomundo?

 

Cacafonía

 

Individuos academizados, dosificados, programados. No muy humanizados, pero sí militarizados. Un mundo de zombis certificados.

 

Darwin, nosotros no somos hijos del mono: él sigue el curso de los días y las estrellas y es hermano de la semilla.

 

Más bien, Nerón, somos abortos de alimañas.

 

¿Estás de acuerdo, Hitler?