El Revés Mentiroso DEL DERECHO
SI digo
que las vacas
tienen húmeda piel verde
de rana
y que nos miran
con ojos de zapatos
y que nosotros hablamos
con escamas
y caminamos
con anillos de anaconda:
Todos dirán, ubicuamente los gritos mugirán,
que estoy loco de remate.
Pero millones
mueren por el hambre,
un presidente ordena
el lucrativo exterminio de una patria,
manadas creen
que el corazón de la galaxia
es el espectro hechizante del dinero,
pandillas se conciben vicedioses
o la vanguardia vanguardista de los dioses,
y pocos, muy pocos, dicen
que esto es
el revés mentiroso del derecho.
ABERRACIÓN
UNA gata angustiada
maullando la pérdida de su hijo.
El amor existe en todas las esferas animales.
Y quizá la estrella ama a la piedra.
Solo los militares
reniegan de su especie.
ESTATUTO DEL REBAÑO
"Recuerda, señor, que tu siervo ha observado pacientemente las leyes de la manada."
Alvaro Mutis.
Artículo primero:
No se aceptan en la fila
gentes que huelan distinto.
Artículo segundo:
Quien no demuestre
el peso de su pezuña
bien embarrada de cieno
no podrá ser de este club,
aunque muerda como lobo.
Artículo tercero:
La especie de los del grupo
debe ser muy, muy corriente:
Emborracharse de estadios,
vestir como maniquí
y aplaudir a los políticos
como quien descubre un dios.
Artículo cuarto:
La vista de los del hato
no debe mirar
más que evidentes evidencias,
ni por asomo
un reflejo de remotísima altura
o de utopía peligrosa,
a lo sumo
íconos de monitor,
figuras de pasarela
o esculturas de iglesia.
Artículo quinto:
Si usted quiere ser del conglomerado
vístase bien pomposo
y cuando le salga su monstruo,
perfúmelo
y finja modos de urbanidad refinada.
Los otros, aunque vean su espanto,
aplaudirán como cuerdos,
pues usted tiene buen cargo
y pertenece a su orden.
Artículo sexto:
Apetecer las gerencias,
no muy decididamente,
sino más bien
ser suave alfombra
para que esos tronos se asienten.
Artículo sétimo:
Nunca se le ocurra
disentir del parlerío general,
pues este es el estandarte
de la manada sin Verbo.
Artículo octavo:
Si se le ocurre alejarse
de la estampida cegada
por el polvo de la insolvencia
—para crearse un paraje
adonde usted sea sí mismo—,
prepárese a que, cuando menos,
le nieguen el carné de la vacada.
Artículo noveno:
Si usted es capaz
de profesar este reglamento,
haciendo caso omiso
hasta de sus voces íntimas
y de la ley de su alma,
le aseguramos
que usted será muy querido,
un ejemplar ciudadano,
quizá logre un monumento,
o en todo caso, cuando su cadáver
revele lo que usted siempre ha sido,
sin duda tendrá una esquela
por invaluables servicios
prestados a su manada.
LOS GATOS
ME gusta
la gatidad del gato.
Es decir: su libertad.
Tu gato
—que por supuesto no es tuyo,
pues si ni tu corporeidad es tuya
¿va a ser tuya
la animalidad de un gato?—,
tu gato
come de tu mano,
dormita junto a tus pies,
pero conoce las noches
como tú no las conoces
y monta sobre cualquier gata
sin importarle el vecino.
Tu gato
no aprendió
qué es el permiso
ni si a ti te gustan
sus restriegos en tus piernas
o sus patas en la mesa.
Tu gato
vuelve a ver los aviones
con descarado descuido
y no le importan cuando hablan
el cura o el presidente.
Tu gato
solo se atiende a sí mismo,
o quizá ni aun se atiende
sino que solo es
albedrío en movimiento.
Me gusta
el gato que hay en el gato.
Deberíamos aprender el derecho de los gatos.
CELEBRACIÓN
ERES grande.
Para llegar a ser lo que eres
se demoró el tiempo en tu sangre.
Lleva tu alma memorias
de creaciones extinguidas
y dólmenes que llamaron
el alma de las estrellas.
El amor que ahora sientes
por alguien de tus humanos
o por el colibrí que enciende
la danza de la belleza
es similar al que hubo
en el cuerpo del antiguo
que habitaba en las cavernas.
Pero él adelantaba su vida
entre follajes gigantes,
brisas inmaculadas
y estaciones definidas.
Y aunque ya algunos ansiaban
hurtarle lo que comía
la verdad es que vivía como deidad
en los bosques,
pues la usura aún no usurpaba
el ánimo de los hombres.
Eres grande.
Hubo pintores y magos
que vieron
en tu corporeidad mortal
una analogía del cielo:
Planetas entre tu cuerpo
y tu alma en las estrellas.
Eres grande.
En todas las religiones
—religarte con el Todo—
algún Dios, Supremo Arte,
te inventó como su imagen
para donarte los ríos
y la red de los dominios.
Aun cuando no has sabido
ser guardián de esos caudales.
Eres grande.
Puede ser que tú inventaras
cimas palacio de dioses
para soñar que la muerte
no te atrapaba en la sombra.
Eres grande.
Ciertamente el Firmamento
existe para firmarse
en su grandeza y reflejo
que de tu ser no dependen.
Pero el Cosmos no existiera
como animal fabuloso,
hechizo de los amantes
o puerto del telescopio
si tú no le hubieses dado
la morada de tus ojos
para recrear sus caminos.
Eres grande.
Hoy solo estás conturbado
por el truco de una época
que ha alucinado tu espíritu
con el liviano sentido
de la emboscada económica,
engañifa que ha adornado
el petardo de la nada
con opulencia de todo,
mientras tú
—corona de los siglos,
metáfora de Dios—
te deshaces en las calles
por horarios de verdugo
o porque no tienes sustento
o porque estando elevado
te crees señor de los otros.
Sí, tú, animal concesionario
del verbo y de la noción,
despacioso fundador de pirámides y templos
que han persistido en las guerras.
Sí, ya es hora de regresar a ti mismo,
de retornar a la patria de tu demiúrgico espíritu.
Hoy solo estás aturdido
por fuegos de mercancía,
sortilegios que en el fondo
no guardan sino lo infame,
pues la luz de la moneda
no ilumina más que el oprobio
del gobierno de los pocos
para aflicción de los muchos.
Eres grande.
No te omitas
en jornadas de una edad
que subasta tu planeta
al comprador de la muerte.
Eres grande
—el gran río de los eones.
Mas no debes olvidar
que lo leve y bajo y tosco
(reinos, dinero, codicia)
han probado en los milenios
socavar notables almas.
Eres grande.
Que tu confusión presente
no te abisme en tu responso.