jueves, 12 de junio de 2014

DEL LIBRO "SELLO DE CLAUSURA"

PUNTO

 

Cuando he existido sin amor

he sido un náufrago,

un papel destrozado en un rincón,

una desesperada criatura enceguecida,

una inútil losa frente al tiempo.

 

No existo, cuando envejezco sin amor.

 

 

NIÑO INVENTADO

 

No soy un niño:

Muchos calendarios se han posado en mi rostro,

mares de vida han atronado en mi cuerpo,

firmamentos de muerte han fustigado

mi sangre.

No soy un niño:

Conozco la fértil vocación de la lluvia

y el inhabitado corazón de la roca,

he acariciado la vellosidad de la ternura

y la voracidad del odio

ha desbocado su carcoma bestial

en mi substancia.

No soy un niño:

Aciagos días me hurtaron la inocencia.

Pero cuando, como ahora, el amor me inunda

de jardines, soy de nuevo un infante,

perplejo diosecillo encendiendo cabriolas

y capaz de ser dichoso, aun bajo

la sangrienta ojiva de las bombas.

 

Colibrí, hembra, pequeña ave de brisa y tornasol,

no me ignores, acerca a este hombre,

a este niño recobrado por amor,

tu esbelta forma de pájaro entre rosas.

Vamos, quiéreme un poco, descubre

a un niño inventado por amor.

Verás que es dulce y suave y melodioso,

casi sonata interpretada por los bosques.

Vamos, quiéreme un poco.

Recordarías tu infancia si me amaras.


 

MI GOLONDRINA

 

Quiero decirte golondrina en mi poema,

esa avecilla tan usada por el cielo,

inseparable de iglesias y aguaceros,

triunfadora del smog y de azoteas

que laceran el alba de las urbes.

 

Mi golondrina, mi ternísima corola

aleteante entre los cielos y bosques de mis sueños,

mi golondrina, rescátame,

con tu presencia de brisa, con tu amor,

rescátame de la rabia del tiempo

y de esta edad, poblada de misiles y anuncios

enemigos de la vida y sus cascadas.

 

Mi golondrina, fundidos tu belleza y mis poemas,

abracemos el sol –la cima de la luz–,

el corazón de la flor y los acéanos:

Neguémosle a la guerra más fantasmas

en donde pueda plantar noche y carcoma.

 

Te creo golondrina en mi poema

y te invito a que inventemos más estrellas.

 

 

VICTORIA DE TU ROSTRO

 

Mi pensamiento es el alba de tu rostro:

Tu boca de durazno delicioso,

tu sonrisa de traviesa fierecilla,

el delicado valle de tu frente,

la torneada flor de tu mentón,

la doble armonía de tus orejas,

tu cabello de coqueta cervatilla

y tus ojos, azabaches poemas

donde habita el suavísimo gorrión de tu sentido.

 

Aun bajo mefíticos trabajos,

bajo impertérritos horarios adonde no soy hombre

sino oferta adquirida por los gallardos dogos del poder,

aun entre los ámbitos ruinosos

mi pensamiento es la rosa de tu rostro.

 

Ah, si los trabajos fuesen

los deleitosos bosques de tu rostro.

 

 

EL ALBOR DE TU BOCA

 

Un ascensor es un sitio

sórdido, estéril,

como una calle o un bar.

Pero el ascensor que fue cómplice

del alba de nuestros labios,

en donde me entregaste

con levedad de rocío

los pétalos de tu boca,

es territorio esencial,

como el amanecer de un bosque,

como plantar nuestro amor.

Lo sellaré en mi memoria

como a tu boca impetuosa

–pequeña fuente de estrellas–,

como a tus tórridos labios, despertando

aquella tarde de invierno,

entre áridas paredes,

el pájaro de mi sexo.

 

 

VERBO DE AMOR

 

Te quiero. Y decir te quiero

es decir te necesito. Es decirte

violeta, luna, cascada, mariposa.

Es decirte que vibras en mi cuerpo

cuando voy por calles o en buses,

o aun cuando estoy ante otros cuerpos.

Decir te quiero es desear que tu belleza

sea la medida de todo lo que vivo.

Decir te quiero es luminoso,

es cima, es arboleda, es crepúsculo

de magias estivales.

Decir te quiero es recobrar el verbo

aniquilado en los discursos

y en los siniestros sofismas de la prensa.

Decir te quiero es simple y es total,

como pedirte que florezcas junto a mí.

Decir te quiero es vencer la soledad.


 

NOCHE SIN TI

 

Esa noche,

la noche que debió ser de amor,

esa noche fue tu distancia,

fuiste –en esa sombra–

edicto ciego de muerte.

El cielo tuvo rostro de pesado fantasma,

me apretujaron los muros,

conocí a estúpidos felices,

me combatió mi propio cuerpo

y ni la desolación de las calles,

ni el tiempo espeso,

ni los noctámbulos,

ni los cines vacíos,

ni las putas cenicientas,

ni las mesas lustrosas,

ni el humeante café,

ni los baldíos saloneros,

nada, nada me apartó tu recuerdo.

 

No sé si comprendas:

Esa noche morí por ti.

 

 

SIEMPRE EL AMOR

 

No te detengas, amor, no te detengas,

aunque un laberinto de vigías y límites

alevoso planee tu vencimiento.

No te detengas, nunca te detengas,

entrégame siempre, amor, tu tersa música,

porque solo si en mí se alojan tus rapsodias

podré sentirme plenamente humano,

podré soñar con derrotar la muerte.

Sigue la cadencia del sol, amor, sigue su ritmo

que amordazado por la noche,

mañana será canto del alba.