NUESTRO ÍCARO
Cuentan
que Ícaro tuvo una locura de abeja
y por eso se derritió
cuando, enfebrecido, quiso
libar la gran flor del sol.
Pero yo soy hombre. Y aseguro:
a Ícaro lo mató
el amor.
Yo soy hombre. Y lo aseguro:
Todavía nos alucina ese gran cielo
adonde nos calcinamos
solo por el fulgor de un sueño.
SEÑAL
Añejo todo.
Y más allá, en las alturas,
esa luz azul que nos desata.
PROPUESTA DEL ALBA
La mañana es un diálogo de azules.
Es probable
que en la luz, que a todo arrulla,
y en esos montes aún del paraíso
todavía algún origen nos espere...
PARÁBOLA
Al amanecer el cielo se esparcía en lluvias.
Pero ahora la luz juega, pájaro entre ramas.
Aprende humano, tú, que escaso vives,
por qué a los arreboles
los sangrientos siglos no han ajado.
EL LLAMADO
Asciende a espesas cumbres y detente.
Mira, en la nublada lejanía, amplísimas ciudades.
Ahí la muerte, la máquina, la estafa.
Sube a las cimas y detente.
Mira. Y aunque triste, cree
que aquella remotidad brumosa –tuya, humana–
es turbiamente fugitiva.
Cree. Y sigue. Pues velado, mas muy amante,
el fuego original aún te espera.
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