jueves, 17 de abril de 2014

Juan Bautista Garro Bogantes, mi amigo cantante de tangos, comenta:

Mario ha sido mi gran vivencia y mi más vibrante cercanía con la poesía y con la gran literatura en general. Desde los quince años, ya Mario nos deleitaba a todos sus amigos con bellos y largos recorridos por el mundo de la literatura, de tal manera que los nombres de Bécquer, Machado, Miguel Hernández, Alberti, Góngora, Shakespeare, Neruda, Darío y los costarricenses Debravo, Alfonso Chase, Isaac Felipe Azofeifa, Carmen Lyra, Calufa y una lista interminable, muy pronto nos fueron familiares, al calor de esas exquisitas tertulias que muchas veces se prolongaron hasta horas de la madrugada, en los poyos de la pulpería de papá. Años después, y paralelamente a sus andanzas por paraísos y por infiernos, con los dioses de la poesía, Mario también incursionó en el estudio de la Yoga, de la que fue instructor en el Instituto de la GFU, y en la Astrología, disciplina que ha estudiado por casi cuatro décadas y que le ha permitido entrar con gran acierto en el conocimiento de la intrincada naturaleza humana y en otros tópicos que los interesados podrán conocer al consultar la inmensa obra poética y astrológica de este singular amigo.

Una anécdota: andaría nuestro amigo alrededor de los veinte años, cuando pasó a formar parte, con otros poetas, del "Grupo Sin Nombre", tutelado por el escritor Alfonso Chase. Los más variados públicos escucharon los recitales de estos jóvenes que igualmente se daban cita en las salas destinadas para esas actividades, como en el corredor de una casa de un pueblo rural, según disfrutamos los vecinos de Barreal de Heredia para unas fiestas de marzo. En esos encuentros con el público, un día le tocó a Mario la oportunidad de leer algunos de sus poemas en un recital que habría de celebrarse en la sala Jorge Debravo, en San José. Un poco nervioso por el debut de mi buen amigo en ese dilecto escenario y en medio de un público que abarrotaba sus instalaciones, empecé a escuchar las intervenciones de Lil Picado y de los muchachos. Muy pronto, por ese extraño encanto que nos produce la poesía y, posiblemente también, por la amistad y el afecto de unos y otros con los poetas ahí en frente, empezaron a surgir los aplausos y los comentarios generosos, en su mayoría, con la forma y el fondo de los poemas leídos. De repente, irrumpió en la sala un señor un tanto desgarbado, con las faldas afuera y con unos tragos entre pecho y espalda. Se puso en primera línea, escuchó con atención cada uno de los poemas leídos y, con la propiedad y la claridad de un maestro, hizo observaciones un tanto fuertes sobre los poemas, tanto que a veces lucía como un despiadado crítico dispuesto a desencantar a quienes hacían sus primeras armas en el mundo de las letras. A Mario le dijo que "...usted lee con un tono de voz que sus poemas no se merecen." Sin embargo, pronto cambió de opinión al escuchar el poema

JOSÉ

Ahí está José, en su butaca,
mirando con sueño el tiempo.
No le preocupan los tubos fluorescentes
y los carros le son lejanos.
José: feliz navegante de ignorancia.
Aunque la vida se le cuele
por un grito que huele a herida.

El inclemente crítico, quien terminaba su noche de bohemia en ese recital, se paró de su asiento y categóricamente declaró: " Ese es un poemazo. Léamelo otra vez, por favor." Mario hizo una nueva lectura y las palabras del poema quedaron flotando en el ambiente como un llamado contundente de la conciencia.

Terminado el recital, la coordinadora de la actividad dio las gracias al público presente y, de manera muy especial, al crítico bohemio, "...al Maestro Carlos Martínez Rivas...", según sus propias palabras, considerado ya en ese entonces una figura cimera de la literatura universal cuya poesía sólo puede compararse con la sus grandes coterráneos nicaragüenses Rubén Darío y Salomón de la Selva.

Una exclamación inundó el ambiente por la presencia de tan singular visitante.

Dedico estas líneas a mi entrañable amigo el Poeta Mario Albán Camacho, nacido en una fecha como esta y doy gracias al espíritu de sus padres, por haberlo traído al mundo a señalar caminos nuevos y de libertad a sus amigos.

 

 

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