VI
HUELE a encendida muerte. En las calles
los corazones se hacen cemento.
Yo tengo grillos, lunas creciendo sobre mis lagos, palomas
bebiendo amor. Abro mi piel, ven
y me buscas. No me hagas otro
de esos fantasmas
que aúllan solos entre los carros.
VII
QUIERO que derrames todos
los volcanes y frutas de tu cuerpo
sobre el soleado árbol de mi sexo. Que no sea
una mueca más del tiempo. Que te acaricie
el musgo, el viento y las coplas de los pájaros. Que de mi cuerpo
salgas de menta y te miren los astros ya siendo suya.
No quiero amarte como se mueren todos.
XV
ERES perla mojada
por la lluvia, adonde los pájaros
atracan vuelos.
Nada me importa tu vestimenta
ni tus minutos frente al espejo.
Amo, puerto de aves, tu ternura que enciende
amores aunque la sombra desate lobos.
Amo tu cuerpo, donde adivino profundos bosques
y sembradíos de albas y noches.
Te amo, flauta de rosas
donde la brisa abre sus coplas.
XVII
PARA amar a una mujer
busco la voz más tierna de un canario,
le mezclo un canto de violín,
un torrente de viento entre los pinos
y un manojo de olas reventando.
Le doy un torbellino de violetas,
un collar de esos astros que se mecen en los lagos
y un olor de azahar bajo la luna.
Le digo que soy sencillamente un hombre,
con jaurías de fieras en el alma
pero también capaz de ser un niño.
Y cuando la tengo desnuda sobre el césped
enciendo con ella
una corola del fulgor que mueve el universo.
Visita nuestro Facebook y comparte por Twitter
No hay comentarios:
Publicar un comentario